Hace exactamente 40 años, el 6 de abril de 1968, se estrenaba en Estados Unidos una de las indiscutibles obras maestras de la ciencia-ficción, 2001: UNA ODISEA DEL ESPACIO, dirigida por el singular e inconformista Stanley Kubrick. La cinta revolucionó al Séptimo Arte y aún hoy es objeto de estudio por amantes del género y cinéfilos de todo el mundo.
El guión se basaba en el relato corto EL CENTINELA, escrito por el recientemente fallecido Arthur C. Clarke (ver http://esto-es-espectaculo.blogspot.com/2008/03/arthur-c-clarke-ms-all-de-2001.html). En él, se intentaba dar una explicación más científica que metafísica al origen del ser humano.
Es difícil resumir el argumento de una película tan compleja y enigmática como 2001. Nos limitaremos a citar las tres claves principales de la historia: la primera de ellas es un misterioso monolito perfectamente rectangular de origen desconocido que podría estar relacionado con la aparición de la vida inteligente en nuestro planeta.
La segunda de estas claves es el planeta Júpiter, millones de años más tarde, cuando un grupo de científicos, a comienzos del siglo XXI, descubre otros dos monolitos: uno bajo la superficie de la Luna, y otro, de excepcionales dimensiones, en órbita al quinto planeta del Sistema Solar.
Por último nos queda hablar de HAL-9000, el ordenador de la nave espacial Discovery que lleva a un reducido grupo de astronautas en misión de investigación a Júpiter. Es, sin duda, el gran protagonista del acto central de la película, y catarsis de todos los acontecimientos que se suceden a bordo.
Entre otras cosas, 2001 es recordada por poseer la mayor elipsis de la Historia del Cine, pasando del plano del hueso lanzado por el primate en los albores de la Humanidad al vuelo de la nave espacial millones de años después. Otros detalles, como la ausencia de sonido en el espacio y el rigor con el que se escribió el guión, respetando todas las leyes de la física, dan cuenta del perfeccionismo científico del que hizo gala Stanley Kubrick, que fue a su vez un visionario, ya que, recordemos, esta película se rodó un año antes de que el hombre pisara la Luna.
Sin embargo, hay elementos que escapan a nuestra comprensión racional. El tercer acto y conclusión de la película, completamente surrealistas, han sembrado toda clase de interpretaciones y segundas lecturas. Hay quien ve en el viaje al interior del monolito de Júpiter la entrada a una nueva dimensión, con el consiguiente salto evolutivo para la Humanidad. Por el contrario, lejos de la explicación extraterrestre, hay quienes sostienen que el monolito es una simbolización de Dios, extremo éste que siempre negó el autor de la novela. Y también los hay más rebuscados aún, capaces de sistener que el mensaje final de la cinta va más allá de nuestra comprensión racional porque aún no hemos alcanzado la perfección a la que, se supone, algún día llegaremos los humanos.
El film tuvo una secuela en 1984, 2010: ODISEA DOS, de nuevo a partir de un texto de Clarke donde, nueve años después, un segundo grupo de científicos, americanos y rusos, comparten misión para descubrir qué ocurrió a bordo del Discovery. El autor escribiría dos novelas más de esta saga que, a día de hoy, no se han visto reflejadas en la gran pantalla, 2061: ODISEA TRES y 3001: ODISEA FINAL.
Ésta es una de esas películas extrañas y complicadas en la que Kubrick apostó por un final abierto a la interpretación de cada uno. Lejos de las diferentes hipótesis y teorías, a 2001: UNA ODISEA DEL ESPACIO sólo le ensombrece su anacrónico título, pero por lo demás sigue siendo una fascinante e hipnótica cinta que nos traslada a un escalafón filosófico más allá de las simples imágenes a veinticuatro fotogramas por segundo.
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